Aproximadamente entre el 3 y el 11% de las personas mayores, sufren depresión. Supone un importante problema de salud entre las personas
de la tercera edad.
Pero, al hablar de depresión en el anciano, ¿estamos hablando de un fenómeno similar al de la depresión en otros grupos de edad o existen unas características propias de la depresión en las personas
mayores?. Es obvio, que la edad conlleva una serie de cambios en casi todos los ámbitos vitales: biológico, psicológico y social.
- En lo que se refiere al ámbito biológico, hay que tener en cuenta que el incremento de los síntomas somáticos, (que tienen un significado
propio en el trastorno depresivo) en las personas mayores, puede significar tanto la manifestación de problemas físicos reales del envejecimiento normal, como un elemento característico de la
depresión, por lo que es importante realizar un diagnóstico diferencial.
- En el ámbito psicológico hay una serie de situaciones estresantes que pueden desencadenar un trastorno depresivo en edades avanzadas.
Consideramos que los más importantes son los siguientes:
- Mayor frecuencia de situaciones sociales adversas.
- Enfermedades físicas, pérdida de autonomía, dolor..
- Pérdida de familiares o amigos, viudedad o enfermedad de seres queridos.
- Alteraciones del sueño.
- Falta de apoyo familiar y/o social.
- Déficit de recursos económicos.
- Pérdida de capacidad o habilidad para realizar las actividades de la vida cotidiana.
- Ser cuidador de un familiar enfermo.
- Problemas relacionales (con la pareja, familia o amigos).
- A estas situaciones desencadenantes del Trastorno depresivo en el anciano, se asocian una serie de variables cognitivas como:
- Autopercepción negativa de su salud e incapacidad física.
- Distorsiones cognitivas y pensamientos negativos relacionados con la edad (vejez, jubilación), expectativas y obligaciones de la
familia.
- Autoatención negativa debido a la soledad y a problemas físicos, sociales o económicos.
- En el ámbito social, los diversos roles sociales que una persona desempeña son importantes, tanto en calidad, como en cantidad, para
mantener un estado de ánimo positivo.La edad avanzada suele implicar una pérdida de roles que en muchas ocasiones limita el papel social de los ancianos. La jubilación, la enfermedad, la pérdida del
cónyuge afectan al estado de ánimo, la autoestima y hacen que las personas mayores pierdan
roles sociales que venían desempeñando, lo que a su vez puede conducir a un estado de ánimo depresivo. A nivel social, dos procesos que complican el hecho de envejecer y que contribuyen a la
vulnerabilidad ante la depresión son: el cambio de la estructura familiar tradicional y el síndrome de invisibilidad. En relación al primer aspecto, con el aumento de cargas familiares y el hecho de
que cada vez los vínculos son menos estrechos, aumenta el número de ancianos que se encuentran aislados, olvidados y con un rol familiar reducido. En cuanto al síndrome de invisibilidad, la sociedad
en general no presta atención a las necesidades físicas, sociales y económicas de los ancianos. La sensación de ser invisible para los demás, puede llevar a una persona a un trastorno
depresivo. (Arriba)